Mi novia estaba durmiendo y yo no quería prender la luz para no despertarla, así que opté por prender la televisión y mirar algo durante unos veinticinco minutos hasta que me viniera sueño: esa sería la explicación de por qué miré un poco de Transformers 2, aunque nunca se puede dejar de lado el factor curiosidad y morbo que siempre aparece presente en este tipo de casos; y también es la explicación de por qué esta crítica es tan breve, carente de fundamentos y legítima. Dicho de otra manera, una crítica entera a esta película implicaría una pérdida de dignidad importante que iría en desmedro de su legitimidad.
No sé qué parte vi, supongo que recién pasaría la mitad de la película; básicamente, todos estaban llegando a Egipto, y los protagonistas tenían que entrar a una pirámide a agarrar una arena que supuestamente le iba a devolver la vida a Optimus Prime, el robot que la tiene más larga en el bando de los buenos.
Dentro de lo meramente argumental, que puede o no ser lo más importante cuando se busca algo con lo que entretenerse un ratito a la madrugada, lo primero que me llamó la atención fue que el ejército de Estados Unidos entrara como quisiera en territorio egipcio; en ningún momento vi que desde el centro de comandos o desde los aviones le pidieran autorización a los africanos ni nada parecido; capaz que eso ocurrió antes de que agarrara la película; en cualquier caso, la lógica parecía ser “son aliados, son buenos, podemos hacer lo que queramos”. Ok.
También me pareció patético cuando llegaban los militares yankis y lo primero que decían era ”tenemos que proteger al pueblo”, mientras obviamente a nadie le importaba, el pueblo no parecía enterarse de que se estaba desarrollando un guerra extraterrestre a la vuelta de la esquina, y básicamente, ni siquiera hicieron nada para proteger a ese pueblo, por lo cual todo quedó en una frase estúpida dicha casi sin darse cuenta. Fue casi como un aviso legal, como para impedir que alguien les hiciera una demanda por hacer una película en la que se entra a un pais con otro motivo que el de proteger a los nativos.
Ingenuamente, me llamó la atención que la película fuera tan bélica: parecía hecha para obsesionados con las armas, los hombres, la tecnología, los hombres armados, lo fálico-robótico. Todo era guerra y lenguaje militar para aficionados, como si se tratara de un deporte; de hecho, en lugar de guerra, podría haber sido un partido de fútbol americano pero con robots (ojo, se viene una película de Disney, con Hugh Jackman, en la que los protagonistas son boxeadores… robots).
En un momento se sube un transformer a una pirámide y la película intenta hacernos sentir alegría porque los norteamericanos tengan un arma lo suficientemente poderosa y secreta como para bajarlo de un tiro: entonces, tenemos que pensar, los americanos: “que suerte que invertimos tantos millones de dólares en defensa y no sabemos bien para qué, capaz que nos estamos preparando para una invasión de robots antropomórficos alienígenas; no hay que correr riesgos”. En mi opinión, esa escena confirma que películas como esta están hechas para justificar un impuesto, y no mucho más que eso. Los malos son robots, y los buenos también, y nadie los construye, ni siquiera; o sea, ¿no se les podía haber ocurrido nada más aburrido?
Los robots buenos son adolescentes y tienen cara de skaters y nerds; los malos son como aviones exagerados y cursis, con frases tipo “yo soy megatrón” (eso lo recuerdo de los 15 minutos que vi de la primera) cada vez que aparecen, como si necesitaran una presentación para que tomemos nota y nos acordemos de una vez de su puto nombre, o como si fuera su cumpleaños y todavía no lo hubieran felicitado.
El culto a la tecnología y los diálogos afectivos con los robots-automóviles me recuerdan que probablemente esté viendo la película más filistea de los últimos, no sé, tres años.
Entre los puntos altos: John Turturro que, bueno, me parece respetable, y nos recuerda que algunos no son robots, aunque la mayoría lo seamos, sobretodo los que miramos estas películas de mierda sin que nos paguen.
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