martes, 3 de agosto de 2021

Un rey y tres medidas

 

Tras la bajada de Dios, descendiendo desde el cielo en una escalera formada de nubes y custodiado por siete gatos, en lo que fue llamado unánimemente el evento más importante en la historia de la humanidad, el mundo se dividió en cinco partes, cada una de ellas gobernada por un Rey, designado por el mismísimo Dios de manera directa y enigmática. Este sería, según sus propias y santas palabras, el penúltimo intento por modificar definitivamente el orden establecido, y agregó que le tenía "más fé al último, pero bueno". Su intervención duró solo tres minutos y no se lo volvió a ver hasta ahora. El número de ateos se redujo solamente en un veinte por ciento.

El rey del continente Post-americano (que excluía a Canadá pero incluía a la Antártida, así fue designado por Dios) fue misterioso en sus primeras dos semanas de mandato, pero se pronunció ante el pueblo en la tercera. 

- Miren... voy a ser claro. Voy a trabajar un día por año, necesito estar fresco y descansado. Nuestra región va a seguir dividida en los mismos países de siempre con los mismos sistemas de siempre. Yo solamente voy a imponer una regla por año, o sea que voy a trabajar solo el primero de enero de cada año cuando anuncie la nueva ley. Esta ley la voy a meditar durante los otros trescientos sesenta y cuatro días, así que confíen en que será una ley justa y descansada... meditada. ¿Tamos? Bueno, hasta el año que viene. 

Durante el primer año antes de la primera medida la discusión al respecto fue imposible de cuantificar. Por momentos no se hablaba de otra cosa e incluso se registró un hartazgo a nivel social. El sistema político (en cierta manera subordinado al Rey) formó parte de esta especulación como siempre lo hace; organizaciones sociales intentaron hacer oír su voz lo más alto posible para que de alguna manera alcanzara al soberano máximo. Es imposible determinar si lo lograron o no. El Rey vivía absolutamente aislado en un hotel de lujo en las Bahamas. Solo a veces se lo veía saliendo a un balcón de madrugada, de bata, descalzo y comiendo helado, con los ojos rojos y evidentemente acostumbrados a muy poca luz. Su imagen se oponía drásticamente a los excesos de la Reina de Europa o al pragmatismo del Rey de Asia, por ejemplo. 

Llegó el día del primer anuncio, que se hizo al atardecer de un primero de enero. El Rey salió con una corona de oro (con joyas incrustadas) y vestido con una bata de terciopelo rojo. Su mensaje fue brevísimo. 

- Cada año, el 29 de diciembre, determinaremos cuál es la persona más rica de América. Esa persona será guillotinada el 31 de diciembre. Muchas gracias. 

No se permitió hacer ninguna pregunta, el Rey ingresó de nuevo a su habitación y el mundo quedó helado ante la primera ley promulgada. El debate fue inmenso. Se especuló sobre la pertinencia de la ley, a quién beneficiaba, si era un intento por controlar el capitalismo despiadado o si era una especie de revancha o qué era. Lo cierto es que se registró una fuga importante de capitales hacia otros continentes, que no habían impuesto la misma ley. Hubo consenso en que la norma debería ser internacional para que significara un verdadero estímulo a la desacumulación de capitales, pero al ser aplicada solo en el continente americano las consecuencias fueron mucho más complejas y probablemente no las esperadas por el Rey. Se especuló sobre si Su Majestad se habría puesto en contacto con otros monarcas, pero nada se supo del tema. La persona más rica del mundo al 29 de diciembre de ese año fue guillotinada luego de una estimación de su riqueza que también generó infinitas suspicacias. Pero la palabra del Rey había que cumplirla desde el día uno, porque descendía de Dios todopoderoso, y no se podía tardar para hacer confirmaciones de ningún tipo. Dos días después, llegó la segunda ley: 

- A partir de hoy, nadie paga más alquiler. Tu casa, donde vivís, es tu propiedad, compartida si vivís con más gente. Las casas vacías son del estado y se repartirán entre la gente que lo solicite por los métodos que cada país estime pertinente, sin posibilidades de ser vendidas, y siempre y cuando la persona solicitante no esté viviendo sola, sino con más personas. Listo, se dejan de joder. 

Todo el anuncio lo hizo con un plato de helado en la mano, y hubo debate sobre si el dedo pulgar estaba efectivamente sumergido en él o no. 

Se registraron algunos problemas con esta ley. Fanáticos libertarios incendiaron algunas viviendas que tenían en alquiler. Mucha gente separó de apuro a su familia y obligó a cada miembro a ocupar una propiedad, con la intención de que se considerara suya y no vacía. Estamos hablando de una minoría, la minoría rica del mundo. Pero muchas estrategias como esta se llevaron adelante y entorpecieron la aplicación de la segunda ley real.

El primer día del año siguiente el Rey avanzó en lo que los historiadores de hoy en día consideran un paso en falso, determinante e irreversible. Salió al balcón con un aspecto lastimoso, con ojeras, y una luz de televisor de fondo. No parecía tener algo preparado para la ocasión.  

- La tercera medida la anunciaré recién en la próxima luna roja. 

La gente esperó otro año y dos meses para que se registrara el siguiente eclipse total de luna, pero cuando el rey salió al balcón su mensaje no fue el esperado:

- Mmm no, más roja tiene que estar. 

La comunidad científica internacional fue rápida y muy firme al explicarle al rey que la luna probablemente no se pusiera más roja que eso y que no rompiera las bolas. El Rey era relativamente terco y no daba el brazo a torcer, pero hubo manifestaciones, muchas, y en muchos países (no todos), y cuando la represión llevó a que se registraran dos muertos de diferentes ciudades el Rey consideró que era suficiente, aproximándose nuevamente al balcón. 

- No puedo aceptar que haya muerto gente por mi culpa. Asumo que fue mi culpa, no tengo miedo de decirlo, y pido disculpas. La verdad es que todavía no anuncié medidas nuevas porque no se me ocurrió ninguna. Prometo no descansar hasta no aparecer de nuevo con algo potente y jugoso. No los voy a defraudar, pero lo quiero pensar bien. 

Su mensaje aplacó un poco a los pueblos americanos. De todos modos, su nueva ley tardó menos de una semana en llegar. 

- Se termina el offside, me tiene podrido. Ahora se juega sin offside, manéjense.  En cuanto a los mundiales y las selecciones, y en el espíritu en que Dios me eligió a mí, se tiene que jugar con un jugador sorteado entre los habitantes de cada país. Debe jugar los 90 minutos. Listo, nada más, a ver qué pasa. 

Con un grito alguien le preguntó si estaba hablando de fútbol. 

- Y sí -contestó el rey. 

Volvió a salir cuando ya estaba con un pie adentro, y agregó:

- Ah. Y todas las personas que se llaman Heber pasarán a llamarse Neber de manera inmediata. 

Algunos pensaron que el descontento social se elevaría exponencialmente en cuestión de horas, que la opinión de la humanidad y del continente en particular serían por primera vez unánimes, pero eso nunca pasó ni pasará. Más o menos la mitad o quizás menos de las personas del mundo consideraron que había que probar las leyes, que tal vez hubiera un cometido oculto que beneficiaría a todo el mundo, que había que buscar el mensaje secreto, la intención invisible. Lo cierto es que comenzaron a organizarse excursiones al hotel del Rey para prenderlo fuego, incluso las agencias turísticas internacionales comenzaron a armar paquetes que incluían una visita al hotel. El siniestro ocurrió finalmente en los primeros días de febrero de ese año, en el que una multitud que se fue acumulando durante días finalmente logró encender la planta baja del hotel y se alcanzó el incendio total del inmueble en cuestión de minutos.

- Pará, me olvidé. Toda la plata que está en cuentas bancarias y que excede los diez mil dólares pasará a las cuentas del gobierno de cada país, que luego lo distribuirá en partes iguales entre todos sus ciudadanos.

Miembros suicidas de la turba (los que entraron durante el fuego en un arrebato de ira) no aceptaron esta última ley e incluso le reprocharon por qué no creaba un Fondo Real de Redistribución, así el dinero se dividía entre todos sin importar de qué país provenía y se aprovechaba también para igualar un poco, económicamente, a las diferentes naciones. Pero la verdad es que esto también es una leyenda, no puede demostrarse con exactitud que el Rey haya escuchado esto o siquiera que haya sido pronunciado por uno de los invasores.

Se presume que el Rey murió en el incendio, aunque dice la leyenda que en sus últimas palabras gritó desde el balcón que la nueva ley era que tenían que apagar el incendio inmediatamente y ayudarlo a salir, y desde la turba enfurecida se oyeron voces de que no era primero de enero y de que no había luna roja.